Calle de los cinco caballos, segundo edificio de los ocho inmortales
Mi casa está llena de maletas. No me di cuenta de ese detalle hasta la adolescencia, cuando empecé a ir a las casas de mis amigos y veía que sus salones no estaban, como el mío, ocupados en gran parte por maletas amontonadas, viejas, nuevas, medio abiertas, y no había por todas partes candados, llaves, plásticos, y más maletas almacenando cosas. Tanto equipaje aquí y allí da a las visitas la sensación de que mi hogar no es tan hogar, pero supongo que para mí siempre fue así, algo en tránsito. Y que cada miembro de mi familia realizaba el ritual cada año. Cogía una maleta, la vaciaba, la llenaba, empaquetaba de manera segura todas las cosas, la pesaba. Así, mi padre y mi madre volvían a Wenzhou, cargados de utensilios de España, y volvían cargados de objetos de China, siempre con historias sobre las maletas, sobre el maltrato a las maletas facturadas, maletas rotas, compras de maletas nuevas, maletas que no mudanzas. En Wenzhou, daban la bienvenida a mis padres: 华侨回来了! Conversaciones banales, más frecuentemente sobre el equipaje que sobre el camino.
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